A la sombra de los Balcanes, en el camino de las grandes expediciones y asomada al Mar Negro, Bulgaria es la gran desconocida de Europa. Una fascinante mezcla entre paisaje e historia.

 

Bulgaria ya era vieja cuando el padre de Alejandro Magno, Filipo II, conquistó Plovdiv, en el siglo IV A.C. para convertirla en Filipolis. Los tracios llevaban 5000 años asentados en una tierra fértil escarpada en cordilleras y remansada en orillas en las que 2000 años más tarde los anatolios fundarían sus enclaves costeros. Conquistada y reconquistada por macedonios, romanos, hunos, eslavos y otomanos, Bulgaria ha tenido muchos dueños y sería en torno a siglo VII cuando se estableció como estado definitivo, reconocido como tal por el Imperio Romano de Oriente.

La historia de Bulgaria, un territorio en la encrucijada de grandes civilizaciones, es tumultuosa, variada y probablemente, una de las más antiguas del continente. Desde la belleza de Plovdiv, la antigua ciudad de Filipo, a la ilustre capital medieval de Veliko Tarnovo, pasando por Sofía, y los antiguos secretos que esconde el Valle de los reyes Tracios, Bulgaria es un tesoro cultural e histórico aún esperando a ser descubierto.

 

Un lugar donde se mezclan las doradas playas de la costa del Mar Negro —Sozopol, Burgas, Nesebar— con asentamientos que, como el de Ravda, mezclan influencias romanas y bizantinas y está considerado Patrimonio de la Humanidad y tiene ya un especial atractivo, que se incrementa en lugares legendarios como el ancestral Valle de los Reyes. No hace falta embarcarse en un viaje por el antiguo Egipto para dejarse llevar por la historia y la leyenda hasta las míticas tumbas de los soberanos tracios. En la región, que se extiende desde el Valle de Tundzha al noroeste de la ciudad de Kazanlak, se han descubierto en las últimas dos décadas un importante número de antiguas necrópolis, que solo ahora están arrojando importantes datos sobre los que se considera la civilización tracia y el primer asentamiento del continente.

Sofía, la capital, una de las ciudades más grandes de Bulgaria, junto con Plovdiv y Varna, alberga la iglesia de Aleksander Nevski, uno de los grandes símbolos del país. Con aires orientales de mezquita, esta catedral se construyó como un monumento a la memoria de los 200.000 soldados que perecieron en la batalla por la independencia del país en el siglo XIX. Todo en Bulgaria tiene un aire a historia, como la Fortaleza de Belogradchik, enclavada en la ciudad del mismo nombre y en un complejo rocoso con caídas de hasta 1100 metros. O la Fortaleza de Tsarevets en Veliko Tarnovo, el enclave medieval del país por excelencia, donde más de 400 casas, una veintena de iglesias y un palacio aún en pie, nos transportan al pasado. O sus monasterios —Rila es seguramente el más famoso—, alejados del mundanal ruido, ubicados en alturas a las que se accede en curvas imposibles y convertidos en guardianes de una sorprendente colección de frescos ortodoxos.

 

Una gastronomía a medias entre los platos rumanos y balcánicos de albóndigas y salchichas, turcos como el cheverme o cordero asado y griegos, como el yogur o el queso feta, y un clima continental de inviernos tapizados de nieve y veranos sorprendentemente mediterráneos en la costa, son las otras dos grandes razones para animarte a descubrir este territorio. Una zona mimada por los dioses que ya resultó fascinante para las civilizaciones indoeuropeas que optaron por asentarse aquí hace 5.500 años, cuando, poco más de mil kilómetros al Sur aún no estaban erigidas las pirámides.

Si quieres conocer la cara más femenina de este país, vente con nosotras en nuestro próximo viaje.