Dicen que la primera rosa de Damasco que creció en Marruecos lo hizo en el siglo X, en el valle de M´gouna, a más de 1400 metros de altura. Llego al país de la mano de un comerciante, en una caravana procedente de la Meca. Hasta entonces, la rosa de Damasco había sido el secreto de belleza mejor guardado de Oriente Medio.

La rosa de Damasco era un producto muy preciado ya desde antiguo. Los árabes habían aprendido a domesticarla y a extraer su aroma cuando aún se criaba silvestre en áreas de montaña de Siria y Líbano. Diminuta y de pétalos apretados no era especialmente bella, pero  poseía las mágicas propiedades de resistir tanto el calor de los días más ardiente, como la escarcha de las noches más heladas. Hubiera pasado desapercibida de no ser porque su flor, de un rosa intenso, despedía un indescriptible aroma que las mujeres árabes habían aprendido a usar, desde hacia dos milenios, tanto en cosmética como en repostería. Su uso estaba restringido al harén. Sus propiedades hidratantes, nutrientes, reafirmantes, anti estrías y anti manchas servían a las más preocupadas por su belleza. Sus cualidades antiinflamtorias, antibacterianas, cicatrizantes, analgésicas, estimulantes y afrodisíacas servían de igual manera a todo el misterioso mundo que rodeaba a la figura femenina. Dicen que el agua de rosas comenzó a cultivarse en el valle del M´goun, en el Atlas marroquí, hace ya 1000 años, y desde entonces, con pocos cambios en su cultivo y su tratamiento, la rosa de damasco se ha exportado desde allí al mundo

El pueblo de Kelaa M´gouna, a unos 100 kilómetros de Ouarzazate, en nuestro camino hacia Tinerhir, se encuentra en mitad de la llamada ruta de las kasbash. La ruta de las kasbahs era el camino que recorrían las caravanas, activas en el país hasta hace unos 50 años. El valle de las Rosas se extiende hacia el norte unos 30 kilómetros, hacia las laderas del monte Mgoun, que con más de 4000 metros, es la segunda altura del Atlas, y se cruza aquí con la que entonces era la ruta comercial y hoy es la ruta turística. La producción de todo el valle, alfombrado de rosa damascena se trata y se procesa en Kella M´gouna con medios naturales; recolección, ventilación, secado, destilación, prensado en frío… Todo lo que le rodea parecen saberes tradicionalmente femeninos.

Se dice que la rosa de Damasco debe ser recolectada en primavera, antes de que sus pétalos hayan recibido la caricia del sol, para conservar íntegro su perfume. Se dice también, que la flor es tan delicada que solo puede ser recogida por manos femeninas. Todo Kelaa M´gouna florece en Mayo. La economía de esta localidad de unos 11.000 habtantes gira en torno a la rosa, a su cultivo, a su procesamiento y a la venta de los diferentes porductos que de ella se derivan: cremas, jabones, barras de labios, infusiones, o el agua de rosas natural, para ser utilizado como tónico para la piel y como calmante para pequeñas heridas y para después del afeitado.

El 30% de de toda la rosa freca de Marruecos se transforma en la localidad de Kelaa M’gouna. El resto se procesa en  Marrakech, Casablanca y Fez. En la actualidad, además del producto finalizado, la singularidad del valle, su aroma, su color y su belleza paisajística atraen a un turismo enamorado del medio ambiente,  de las tradiciones y de los productos naturales, que, cada vez más, se acercan a las aldeas para contemplar el modo en que se destilan las rosas y para poder comprar productos con certificación BIO, de forma que se garantice su máxima calidad y respeto por el medio ambiente.

El Valle y las aldeas pueden ser visitados en cualquier época del año, pero uno de los mejores momento s para hacerlo es, indudablemete, la primavera. Durante este período, tendremos la fortuna de contemplar la espectacular floración, de asistir a la recolección y de participar en El Festival de las Rosas, una auténtica fiesta de la cosecha de tradición bereber, con alfombras de rosas, exposiciones de productos, números de danza, música, lluvia de pétalos, y, por supuesto Reina de las Rosas, incluida.

Cada año el valle procesa de 3.000 a 4.000 toneladas de  de rosa de damasco, convirtiéndola en aceites esenciales, infusiones, perfumes, jabones o tónicos. Los mejores lugares para adquirir cualquier manifestación de este «oro rosa» son, sin lugar a dudas, las cooperativas. Las cooperativas femeninas lideran la revolución silenciosa de las mujeres marroquíes, su empoderamiento y su acceso a un salario, y con él a un a pizca de independencia. Eso sí, valoremos el trabajo. Tengamos en cuenta siempre el esfuerzo, el conocimiento y la experiencia trabajo que se esconde tras la venta de un producto, que al fin y al cabo es estacional: y no olvidemos la cantidad de terreno, agua, manos y medios que han sido necesarios para convertir un puñado de de capullos en frasco de aceite esencial o en una sencilla pastilla de jabón.

Kelaa M´gouna es una de las paradas en nuestro camino al desierto. Si te animas a conocer ésta y otras experiencias indescriptibles, no dejes de pedirnos información.

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